sábado, 6 de octubre de 2007

SIEMPRE LO MISMO


Escucho (y veo), en un noticiero extranjero, un reportaje a una cantante desconocida para mí, africana, árabe tal vez, egipcia o libia, no se. Las habituales y remanidas preguntas que no conducen a nada o más bien a perpetuar un sistema de desambiguación casi obvio primitivo, al que el receptor ha sido conducido y acostumbrado en los últimos ¿veinte? años: ¿qué sientes cuando estás ante tu público? o algo así, y la respuesta, acorde con el nivel de la pregunta: "cuando estoy ante el público siento que tengo que cumplir como cantante la función de hacer feliz a la gente"... (sonrisas, entre ellos, naturalmente). No puedo evitar reflexionar sobre esto; no lo hago a propósito, es casi genético, una respuesta inevitable del sistema que me gobierna y al cual le agradezco parte de lo que soy. ¿Ha triunfado tanto la base cultural que concibe y nutre el neoliberalismo que todo debe verse como negocio o entretenimiento y a su vez el entretenimiento también como negocio? No voy a desmenuzar palabra por palabra, idea por idea (lo poco que hay), esas apreciaciones, pero si afirmar de qué manera creo que son las cosas; todo no es igual ... este pensamiento de atribuir a todo categorías desde el mercado iguala creadores con traidores y la distinción (clara por otra parte), entre ellos u otros universos que tienden a confundirse, la discriminación de materiales aunque parezaca autoritaria es precisamente lo que da sentido y marco a las resultantes democráticas. La misión (no función) del artista (no sólo del cantante), es la de favorecer a la gente que no lo es, su vínculo en espejo con el resto de la sociedad. El artista no es un modelo sino un emergente, como tal no puede evitar parecerse por acción u omisión, por asépticas o contaminadas que parezcan sus realizaciones. Decía Astor Piazzolla, el músico argentino más grande de nuestra corta historia criolla, que él hacía la música que sentía y le gustaba y si a la gente también le gustaba, mucho mejor. No sentía ese ánimo idiota de pensar que uno es capaz de entretener, como si el artista tuviera algo mágico que los otros no y además como si estuviera en un pedestal de otra categoría para darle lo que necesita. Eso es lo verdaderamente autoritario, en el vínculo neoliberal creerse (los artistas), que son quienes pueden entretener a la gente de a ratos para que el lunes a la mañana sigan produciendo. Autoritarismo, sí señoras y señores; lo otro no es democratismo ni siquiera democracia, lo que decía Piazzolla, eso, sí eso es la libertad. Nos la quitaron y un hermano nuestro de acá, de América, que pudo crecer con nuestros mismos intereses y debilidades, decidió ser el hijo idiota de la cultura occidental.

1 comentario:

Claudina Pugliese dijo...

Genial...sencillamente. Los músicos y el público nos entretenemos juntos. Me gusta. Lo voy a adoptar ---
Gracias Laiguera.